Mi vida va prohibida dice la autoridad.
Manu Chao- Clandestino.
Un adolescente entre 15 y 16 años se acerca a una casa, toca su puerta la abre un sujeto bastante común; el adolescente le pide un 50 el sujeto le entrega un paquete cubierto por periódico, al parecer está comprando marihuana; al parecer la actividad es muy sencilla; pero lo que no se observa es que la función de los narcotraficantes es llevar un producto al consumidor, pero esta actividad está definida como ilegal.
Como lo menciona Froylán Enciso la narcocultura tiene un valor económico, y ese valor económico se negocia políticamente, el narcotraficante tiene que negociar con policías, políticos, militares, vecinos de donde venda la droga, etc.
El autor mencionado expone tres funciones de la narcocultura: el primero es enfrentar el riesgo del mercado; si uno se mete al narcotráfico, necesita como instrumentos psicológicos donde tal vez de ser un don nadie ahora es alguien valiente, con honor que se enfrenta no solo a soldados si no a otros narcotraficantes para mantener y defender su mercado.
El segundo valor es uno organizacional. Las organizaciones criminales viven bajo estigmas y prejuicios sociales, entonces necesitan una ideología donde se les de coherencia a la organización. El dinero de la venta de drogas pasa no a solo manos de políticos, sino también de pobres y la iglesia; como olvidar al obispo de Aguascalientes donde dijo que el dinero del narco al entrar a la iglesia se purifica[1].
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